Extrañándote entre silencios…

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Ya van casi dos meses desde que una pandemia ha sacudido el planeta. Cada noche agradezco por lo bueno que tengo y por lo que no pudo ser. Pero he descubierto que hay una persona que duele no poder tener cerca… a vos. Porque, aunque no lo creí posible, entre juegos y complicidades me enamoré de vos.

Descubrí que hay tanto que me has enseñado en tan poco, y tantas cosas que todavía nos quedan por compartir. Porque sos ese ser que me hace amarme más a mí (tanto como te amo a vos) y verme tan maravillosa como vos me ves. Amo lo especial que te has vuelto para mí y la calidez y la luz que has traído a mi vida. Me entristece entender que no sabemos cuándo acabará esta distancia o si podremos estar como la penúltima vez que nos vimos.

Cada vez más, me doy cuenta de todo lo que extraño en estos momentos… Encontrarnos la última vez en éstas circunstancias, cuando salir fue una necesidad y no por diversión, descubrí que entre todo lo que extraño está el no tener que estar a más de un metro de distancia, viéndonos a través de lentes protectores y ocultando la sonrisa tras una mascarilla para evitar el contagio… Extraño no tener que gritar que te amo, sino decírtelo bajito, al oído, en la calidez y seguridad de un abrazo tuyo. No es que no quisiera gritarlo a los cuatro vientos, pero prefiero mil veces decirlo en la complicidad de un susurro mientras me sostienen tus brazos. Extraño poder apoyarme sobre tu hombro para molestarte y poderte dar besitos en la mejilla. Extraño que tomaras mis manos y luego las besaras con tanto amor. Cada vez que besabas mi frente, cada vez que llegabas y me decías “Hola, hermosa” con esa sonrisa que me mata, todo eso lo extraño.

En ese momento que quedamos solos, a una distancia prudente, y que me dijiste “Te amo, mi amor”, en ese momento mi corazón lloró, mi voz se quebró al decirte que te amaba, y se humedecieron mis ojos. Me sentí atrapada en un espacio tan grande. Entendí que te amo tanto que esa distancia es lo mejor que puedo hacer por vos. Supe en ese momento que la primera persona con quién quiero pasar los primeros minutos de libertad es con vos y con nadie más. Las demás personas las amo y las disfruto a diario. Y con todos ellos no tengo remordimientos ni pesares de manera alguna. Todos los días les di el amor y los abrazos que pude a través de los años y por ello estoy tranquila.

Pero vos… vos sos ese regalo que no imaginé recibir. Sos la experiencia más bonita que quiero seguir experimentando el resto de mis días. Sos la persona que me hace creer en que no importa qué tan difícil pueda ser toda esta incertidumbre, porque la sola idea de sentirte cerca de nuevo me da la fuerza para tener esa paciencia y esperar ese preciso momento. Ya esperé tantos años… y puedo esperar un poco más… Porque, en resumidas cuentas, yo a vos te amo.

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Confusiones

¡Qué confusión más grande la que generas cada vez que chocan los universos! Me explicaste todo lo que necesitaba saber y fuiste más claro que el cristal. Y, aún así, caí torpemente en un enorme laberinto al que no le veo ni la más mínima señal de salida. ¡ME GUSTAS! Así, en mayúsculas, en negrita y en cursivas, con signos de exclamación y hasta resaltado de ser posible. Estaba tan segura que eso no sucedería en mi universo, y apareciste tú. Encendiste las alertas y no me importó. Me sentí segura, feliz, cómoda, consentida, libre, fluída y todo lo que secretamente esperé sentir con alguien.

En ese momento, me besaste. Sentí una descarga de adrenalina recorrer mi cuerpo. Por un momento, el corazón quizo salir de mi pecho y saltar hacia el tuyo. Sentí que caminaba en el aire, e hice caso omiso de lo que alguna vez fue una luz roja. Antes de darme cuenta, ya había caído como mosca en una venus. Me mataron lentamente los detalles. Era una tortura que quería prolongar hasta que vi que si se perpetúa, será más grande el abismo que he de escapar. Tus miradas hacen que me derrita cada segundo que pasa. Tus abrazos hacen que mis piezas se acomoden de nuevo. Tus besos despliegan mis alas y me hacen volar sobre nubes.

Me desnudaste el alma sin darme cuenta, volviéndome cada vez más vulnerable. Tantas cosas que quiero decirte y que lucho a diario por no hacerlo. Tantas palabras ahogadas en silencios que desbordan el alma. Esas palabras que en una mirada se dicen a gritos sordos para quien no comprende. Palabras que es mejor dejar en el olvido y no arrastrarlas hacia la agonía de lo no correspondido.

Y, al final, solo resta poner el freno de emergencia. Porque aunque no quiera, si sigo caminando hacia tí, no habrá poder en este mundo que evite que en algún momento el tsunami de emociones me arrastre al inevitable desastre de un amor que jamás podrá ser y que destruirá todo aquello que con celo he guardado tanto tiempo. Y es que, aunque me lo niegue, y aunque lo disfrace, la ilusión permanece latente, e inexorablemente me arrastrará a sombrías tierras de las que me tomará siglos escapar.

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Sencillamente… A tí.

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Sin darme cuenta descubrí nuevas cosas favoritas. Me tomó un tiempo entender qué sucedía, pero al final lo he conseguido. Nunca fuiste la persona que imaginé a mi lado, ni la persona con quién creaba las más audaces o las más románticas y emocionantes historias en mi mente. Siempre creí quedarme al final con un hombre de características distintas, en contexto totalmente diferente y con quién tu apenas compartes un ítem de la lista que le describe.

No es mi afán que pienses que estás mal. Eres simplemente diferente a lo que esperé. Y basta con decir que eres mil veces mejor en muchos aspectos. En tí descubrí el sonido favorito que quisiera escuchar cada mañana al despertar. Esa voz grave y suave, que me enamora en cada frase. Una voz que me arrulla y me consiente sólo con escucharla. Es casi como si me envolvieses en palabras. De alguna manera me siento en el aire al escuhar lo que piensas, lo que sabes, y más aún cuando dices lo que amas.

Me asusta, mas he descubierto que me enamoré de tu mente, de tu corazón, de todo lo que eres y representas. Eres exactamente a quien merezco, quien me complementa. No sé cómo sucedió, pero así resultó. Y me aterra pensar en lo vulnerable que me he vuelto. Me has desnudado el alma, has visto mis más grandes miedos y mis más oscuros pensamientos. No sé si eres consciente de lo que provocas en mí, pero eres capaz de elevarme al cielo o de golpearme contra el suelo, de hacerme volar o hundirme al fondo del mar.

Y, a pesar del terror en mi corazón, quiero poder ser tu hogar, ser tu refugio, tu lugar seguro. Sueño con que me veas de la misma manera que yo a ti. A veces creo no merecer esto, pero quiero que tú lo merezcas, lo quieras, lo esperes. Porque entre querer y no querer, sé que siempre te elegiría a ti, te querría y amaría siempre a tí. Aún de día o de noche, aunque muera de frío o arda entre llamas. Aún si todo fuese de maravilla o si el caos reinase no dudaría ni un instante pues, aunque volviésemos a nacer, no arriesgaré a jamás volver a encontrarte.

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Simplemente porque no…

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Existen historias no escuchadas y palabras que en ocasiones es mejor guardar. Pero entre más observo, más ideas surgen. Es así como de observar e imaginar, surgen historias como la que he de contar ahora, sobre dos individuos en distintas sintonías:

Pasaron los años y, mientras caminaba por la vida, tropecé con letras muy similares a las mías. Mi curiosidad, como la mayoría de las veces, me obligaba a querer saber más del individuo detrás de tal conjunto de ideas que se cruzaron en mi camino. Nunca hubiese imaginado que serías tú quien vertía cantidad de prosa y versos de tal belleza, plasmando vivazmente sentimientos y explosiones, música e imágenes como nunca las había visto.

Las voces me dijeron «¿Por qué no?», y yo me decía que quizás estaba loca y que «Simplemente… ¡porque no!». Y, justo cuando pensaba huir, recibí más de tu prosa y ya no hubo vuelta atrás. Las voces insistieron: «Él no es real. Abre los ojos…» y yo me resistí. Ellas han probado ser más sabias que yo, pero extrañamente adoro retarles cada vez y termino equivocandome por mi terquedad.

Y me fuiste envolviendo en frases, palabras, historias que duraban días y conversaciones que deseaba nunca ver acabar. Nuestros sueños coincidían, y nuestras pasiones era tan similares que las voces volvían y me torturaban, sembrando duda en cada pequeño espacio posible. Las voces estaban celosas porque dejé de escucharlas… porque comencé a ignorarlas. Me sumergí en el mar que me pintabas y en el hogar que brindaba tu voz. Dejé que me absorbiera tu magia y poco a poco perdí la mía…

Decías que mi luz opacaba las demás, pero yo ya no era la misma. Una mañana desperté con una extraña sensación en el pecho, y descubrí un pequeño punto negro. Pasó otro mes y ya no era un punto… era un agujero… Podía sentir que absorbía mi luz y mi inspiración. Estaba aterrada. Tú me decías que todo iba a estar bien y que yo era fantástica. Me arropabas con tu voz y abrazabas con tu prosa. Las voces ya no estaban, pero yo me estaba apagando.

Intente de mil maneras recuperar mi luz, pero todo esfuerzo era en vano. Tú pensaste que te había olvidado y que te ignoraba como a las voces. Seguías diciendo que me amabas pero yo no podía sentirlo, y tampoco podía mostrate que yo también te amaba porque el agujero drenaba toda mi energía, toda mi fuerza. Pensaste que mentía… pensaste que todo era una historia más.

Entramos en un ciclo vicioso y, mientras más me apagaba, tú insistías en que la causa de tus males era yo. Conseguí una vela y la coloqué en mi agujero negro para que me vieras brillar «de nuevo» un poco y pensaras que todo iba mejor. Pero te sentías solo estando conmigo, y yo me sentía pequeña y culpable de tu tristeza. Hice piruetas y malabares. Hice mil vueltas y me adorné de luces para que estuvieses mejor. Y solo conseguía escuchar «Es que todavía no entiendes nada. Nunca me has entendido. No te interesa entenderme.»

Y fue entonces que, como dicen, «me cayó el veinte». Una de las voces susurró a mi oído «Respira, que todo va a mejorar.». De pronto sentí que el dolor en mi pecho había menguado, y ví que mi luz ya no era tan tenue. Comencé a invertir mi luz en mí. ¡Y vaya que incrementó! Dejé de intentar iluminar a mi alrededor, y me empecé a iluminar por dentro. Aquella voz que me rescató, volvió para animarme a seguir caminando.

Cuando ya estaba cerca de recuperar el máximo de mi brillo, tu prosa volvió fuerte y clara… solo que no era la misma que antes me arrullaba. Tu voz se volvió hostil, y mi luz se sintió amenazada. «Egoista», me llamaste. Descubrí que de alguna forma sentiste que mi brillo ahora te opacaba y lastimaba. Jamás fue esa mi intención. ¡Yo quería brillar tanto como lo hacíamos al inicio! Solíamos iluminar todo a nuestro paso. Trabajé en mi luz para que volviéramos a ser los de antes, pero no me percaté que éramos completamente distintos… habíamos llegado a destinos opuestos, y ninguno sabía cómo volver.

Prometiste volverlo a intentar pero cada vez que intentábamos brillar juntos, me reprochabas por no hacerte brillar conmigo. Mi brillo parpadeó, y me aterré. Interpretaste erróneamente el parpadeo y decidiste desaparecer. Me apagué. No quería volver a brillar y el dolor por el agujero negro se intensificó. Pasaron semanas. No escuchaba las voces. Me encontraba en total silencio. Sentía que estaban ahí, pero me ignoraban.

La voz más cálida volvió: «Pero, ¿qué haces ahí? Mira al espejo…». Abrí los ojos y vi mi imagen. Ya no era la misma. Pero tampoco estaba tan apagada y sin remedio como pensaba. «A secarse esas lágrimas y a trabajar en esa luz que no todo está perdido.», dijo la voz. Cada vez que la esperanza hablaba, me sentía más libre. Tú no volviste a cruzarte en mi camino. Esperaba verte, y hacer las paces. Pero tu rastro dejó de existir. Emprendí un nuevo camino, y empecé a trabajar en mi luz, que todavía no llega a su máximo esplendor, pero que poco a poco aumenta una candela, un lux, un lumen por vez…

Fotografía tomada en uno de mis viajes.

Fluída y Libre

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Así como las gotas que se desprenden de las aguas de las cascadas, así me sentí por un breve instante, libre, dueña de mí misma y líquida, fluída, adaptable, fresca. Me separaba de un camino que durante un tiempo abracé como propio. Entendí que mi lugar era separarme del resto y ser solo yo y mi insaciable curiosidad e ímpetu. Por un tiempo seguí lo que otros me decían, adoptando una forma esférica, cuiboide o prismática según se me exigía. Me dejaba llevar como los minerales que las aguas arrastran hacia las deltas, siendo parte de un mundo ajeno a mí.

Una parte de mí ansió pertenecer ahí. Una voz inquieta me gritaba «¡No!», mas la terquedad me cegaba e impulsaba a seguir con el plan ya trazado. La voz solía desesperarse más mientras me iba volviendo como el resto de las personas. Me sentía prisionera, y no me daba cuenta. Sólo la voz sabía la verdad, y yo la ahogaba mil veces a diario entre el ruido de la muchedumbre.

Dejé de hacer aquello que me volvía única y empecé a fundirme con el entorno. Me volví abeja en un enjambre que sólo sigue órdenes. Cada día olvidaba más mi pasión, mi arte, aquello que me hacía sobresalir y ser diferente. Me perdí entre la rutina y las exigencias de un mundo que nunca debí permitir que me absorbiera.

Cuando más ahogada me sentí, logré abrir mis ojos justo al precipitarme en la cascada, desprendiéndome del río y siendo solo yo. La libertad me recordó letras, música, colores, sensaciones que solía amar. La caída me devolvió a la vida. Puedo ser agua pero al mismo tiempo cambiar mi entorno, evaporarme y contemplar los cielos o precipitarme de las altas nubes y nutrir el suelo.

Y mientras recupero mi libertad, me vuelvo un poco más «yo» y menos «nosotros»… vuelvo a extender mis alas… vuelvo cada vez a amar más mi singularidad.

El amor de los universos.

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Ningún universo será igual a otro y, como estoy a punto de contar, el de esta jovencita era tan amplio e impredecible como misterioso. Ciencia, arte y pasión, las tres cosas favoritas que habitaban en su bello corazón. Ella era una joven muy sensata y no menos educada que la hija de un buen rey. Solía soñar con los viajes por la India, atravesar la Selva Amazónica, subir al Machu Pichu, escalar el Monte Éverest, o cruzar la Muralla China. Ella soñaba con navegar los mares, descubrir nuevas ciudades y abrir puertas a su nación. De día se dedicaba a leer los libros de aventuras, de romances, de misterio, cuentos de hadas. Todo libro que llegaba a sus manos era ferozmente devorado por una mente ávida de historias. Al caer la noche, solía observar y estudiar las estrellas, aprendía sus nombres, acogía sus historias y les platicaba sus sueños.

Las estrellas y los libros se volvieron sus pasiones. Mientras creaba sus historias a la luz de la luna, las estrellas se volvían la mejor audiencia que pudiese haber pedido. Los cuentos de un ruiseñor en la corte, las princesas aventureras y los príncipes sabios, eran solo un fino hilo del magnífico textil de su universo. En aquelas noches en que su corazón se sentía anhelante, se dedicaba a escribir canciones a un amor que no conocía pero que esperaba algún día llegaría. Con guitarra en mano, bajo el hipnotizante manto estelar, aquella doncella regalaba su voz al mundo, que permanecía en completa paz mientras se deleitaba en aquella melodía angelical.

Un buen día decidió comenzar una nueva misión. Se armó de valor, empacó lo necesario, trazó el camino a seguir y creó rutas de escape para vencer cualquier obstáculo en su camino. Con el mapa en una mano y su corazón en la otra, se puso en marcha en pos de su sueño. Conoció nuevas culturas, aprendió nuevos idiomas, construyó nuevas historias. y, como siempre, cada noche fascinaba a las estrellas con sus palabras.

Una noche, mientras charlaba con su acostumbrada audiencia, no se percató que había un nuevo espectador que la escuchaba embelesado por aquella voz y las maravillosas historias que llevaba consigo. Al notar esa nueva presencia, la joven se sorprendió y sus mejillas se tornaron color escarlata. El joven caballero se acercó a ella, sigilosamente, como quien se acerca a una gacela. Se presentó como un habitante de tierras distantes a la suya y se disculpó por su atrevimiento de escucharle sin ser invitado. Pidió su consentimiento para compartirle un poco de su historia de modo que ella más cómoda en su presencia.

El caballero, con sencillas y poderosas palabras, le mostró su corazón. Ella, fue cautivada por sus historias. Con el paso de las horas, se fueron dando cuenta que ambos eran similares, en sus sueños, sus pasiones, en sus más grandes misiones y hasta en el amor de sus canciones. Con el paso de los días y meses, fueron conociendo ambos universos. Un día navegaban por las constelaciones de ella y otros días, por los anillos de los planetas de aquel joven caballero.

Pronto se dieron cuenta a quién iban dedicadas sus canciones. Ella exendió sus alas y por fin aprendió a volar. Él la amaba libre, aventurera y soñadora. Poco a poco florecieron juntos, conquistando nuevas tierras, cumpliendo nuevas misiones, trazando nuevas metas, construyendo nuevos sueños. Poco a poco, se fundieron en uno solo. Sus caminos se unificaron… dos culturas, dos tierras… un amor. Todo se volvió música, arte, poesía. Los ojos del caballero no quisieron volver a ver otro universo pues, particularmente en éste, había un amor tan peculiar que le invitaba a vivir en él hasta que la última de sus galaxias extinga su calor.

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«Love Under the Stars» by Oleh Slobodeniuk

Gracias a tí…

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Te colaste hasta mis huesos como una helada ventisca. De pronto te fui queriendo como no sabía hacerlo, dando un paso a la vez, sin prisas, sin ansias, sin carreras. Simplemente, te di entrada a mi mundo, un boleto al que nadie antes tuvo derecho, un regalo que no sabía que podía dar. Abrí la puerta y te invité a pasar. Increíblemente, no te perdiste en mi laberinto, y me mostrabas parte de un mundo que no había conocido jamás.

Poco a poco fui cediendo terreno, perdiéndome en ti. Poco a poco empecé a amar como nunca antes supe hacerlo, con ese torbellino de emociones y la pasión bien puesta. Poco a poco fui rompiendo mis cadenas, liberando los candados y, sin titubear siquiera, difuminaba mis frontera y mis muros se desvanecían.

Los matices de mis tierras cobraban vida, provocando un tornado de emociones y sensaciones. Cambiaste mi forma de ver ciertos detalles de mí misma, que antes pasaba por alto. Cada beso se volvió una llave, que liberaba  nuevas piezas del rompecabezas. Cada caricia debilitaba cada vez más mis muros. Cada mirada me derretía el hielo en el alma. El más ligero roce de tu piel se volvió un catalizador de mi creatividad.

Pronto, descubrí que ya no me vestía de blanco y negro, me vestía de arcoiris, me vestía de pasión, me vestía de amor, arte y especias. Ya no era sencillamente una alma gris, sino más bien una mezcla de matices, de todos los tonos que se puedan crear. Gracias a tí recuperé a mi musa. Gracias a tí… ¡Gacias a tí volví a escribir, volví a cantar, volví a ser yo!
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Madrugadas

Y me encontré pensándote en medio de aquella madrugada. Acostada en mi cama y abrazando mi almohada, recordé ese calor que me daba tu cuerpo al dormir abrazados. ¡Oh, maravillosa sensación de envolverme en tus brazos! Cada minuto que pasaba, recordaba los detalles que tenías conmigo. Me sentía segura, amada… ¡me sentía viva! Cogí mi celular y observé con melancolía cada fotografía que encerraba un momento juntos. Cada sonrisa tuya, evocaba un sentimiento que fluía a través de mis ojos en forma de lágrimas amargas.

Nunca supe cómo dejarte ver que yo también sentía amor por tí. Me enseñaron a aceptar amor, mas no a demostrarlo y mucho menos decirlo. Me arrepiento tanto de no haber podido aprender a mostrar sentimiento alguno. Quizá me creíste indiferente cuando me dijiste que yo jamás sentí lo mismo por tí. Quizá todo sería distinto si yo no fuese tan simple en mi forma de expresarme. En tanto tiempomjamás logré mostraarme menos fría hacia ti, y tú no comprendiste mi imposibilidad para derribar el muro que sin querer se había edificado en el horizonte que rodea mi pequeño mundo.

Quizá nunca fui hecha para tí. Me sentí una especie de máquina que no podía demostrar afecto. Por más que adoraba tus abrazos, tus besos, tus caricias, no podía hacer recíproco todo aquello. Te cansaste de esperar. Te cansaste de dar y no saber cómo recibir lo que yo no sabía cómo dar. Te cansaste y lo entiendo. Cada lágrima que rebosa de mis ojos, adaricia mis mejillas recordándome todo lo que no te pude mostrar. Supongo que tuve miedo… Quizá yo misma me perdí.

Aquella madrugada se volvió la más fría en mucho tiempo. Con la poca fuerza que me quedaba, logré alcanzar mi sábana, enrollarme bajo ella enjugándome aquellos sentimientos y consolando mi alma con aquella canción con la que una vez tu voz maravillosa me acarició el alma….
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Gracias

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En el momento menos esperado, sucedió. Cansada de tanto esperar, tanto ceder, tanto dar y entregar, me había sentado a la orilla de mi camino a ver pasar la vida frente a mis ojos. Vi cómo cada vez que daba un paso, todo se volvía inestable. No comprendía cómo podía sentirme apartada del mundo, de mi mundo… de mi propio ser. Era como si necesitara una pausa en mi camino para pensar, unir las piezas del rompecabezas y así volver a dar un paso más firme. Estaba cansada. Estaba completamente exhausta de no lograr comprender esa sensación de vacío, de frío… de ausencia…

Había aprendido a construir una fortaleza a mi alrededor. Poco a poco se erigieron muros, cada uno más resistente al anterior. Aquello no me permitía sentir ni la más mínima simpatía. Llegué a un punto en que desconecté casi por completo la psique del cuerpo. Había quedado en un invierno permanente, en el que sobrevivía mimetizándome con el medio, ocultando así mi propio dolor.

Fue entonces que algo sucedió, sacudiéndo mi mundo, estabilizando el suelo bajo mis pies mientras derrumbaba mis muros, poco a poco, arrasando cada vez con más fuerza todas mis inseguridades, mis miedos. Por primera vez, un rayo de luz empezó a colarse por mi ventana cada día, cada noche. La calidez empezó a disipar mi invierno, liberando parte de las cadenas que mantienen presa a mi alma. Por fin pude ver destellos de colores, y comencé a anhelar ver de nuevo el arcoiris en todo su esplendor.

Sentí cómo alguien fue capaz de besarme el alma, borrando todo aquello en blanco y negro y transformándolo a colores. Pude empezar a andar por mi vida. Me despojé de parte de las ataduras, liberé mis pies y me puse en marcha. Me decidí por primera vez, con una fuerza que no reconocía en mí misma, a tomar la batuta y ser la dueña de mis pasos. Abrí los ojos y por primera vez lo ví. Pude observar de cerca ese ser que daba calor a mi mundo, aún en medio de la tormenta que azotaba el suyo. Descubrí que ese ser brillaba más de lo que jamás lo hubiese hecho cualquier otro que intentase acompañarme en mi camino. Es un ser que no esperaba que me sacudiera de pies a cabeza, con sus sueños, anhelos, metas y esperanza. No era un ser cualquiera, sino aquel que se ha dedicado a enseñarme a restaurar el puente entre mi psique y mi cuerpo.

A ese ser tan diferente, debo agradecer de todo corazón, pues aún enmedio de su caos y su tormenta, ha sido capaz de besarme el alma con amor y devolverme la esperanza.

Sin Querer…

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Y así, sin querer, me enamoraba de ti… El asunto inició al conocerte. En aquellos días, simple y sencillamente me atrajiste de una manera en que las mariposas muertas de amores pasados decidieron cobrar vida nuevamente. Descubrí que no solo la presencia que de ti se sentía era lo que me hipnotizaba… Fuiste quien, poco a poco, con tu tantos malabares para ayudarme y tus sencillas pero significativas atenciones, hacías que mi corazón se paralizara y el rubor se apoderara de mis mejillas.

Me negaba a dejarme sentir algo por ti. No porque no quería sentirlo, sino porque no debía. Tu significabas todo aquello a lo que tanto huía… Todo aquello que tanto mal me hacía… Eras casi perfecto para mi, pero tu corazón se ha atado al de alguien más hace mucho tiempo, y el mío ha permanecido libre e indómito desde que tengo recuerdo. Las diferencias entre nosotros son abismales. Tú ya tienes tus planes trazados y muchos de ellos ya completados, mientras yo apenas voy iniciando en la carrera de la vida. Las diferencias de edades no son muchas, apenas y nos separan un par de años, sin embargo, me superas en conocimiento y experiencia cual si hubieses vivido más de dos décadas de las que yo he vivido.

Y ahora te tengo cerca. Te tengo tan cerca que tu aroma se cuela por mis poros, se adhiere a mi ropa y a mi piel, aún estando a unos metros de distancia. Trato de ignorar todas tus señales, pero tus palabras intervienen y de tus rosados labios fluyen esas palabras cargadas de conocimiento que me hacen admirarte y quererte para mí cada vez más. Cada día me muestras aquello que yo tanto buscaba para mí… Cada día me muestras aquello de lo que tanto huí…

Lo más curioso de todo esto es que, en ocasiones, simulas sentir lo mismo. En ocasiones me das la impresión que tus brazos pueden ser solo míos, que tus labios pueden posarse sobre los míos y que tus caricias me consentirían solo a mi. Pero sé que nada de eso importa pues la situación entre nosotros no se puede dar. Por más que anhele que me des ese beso, no puedo permitirme sentir nada por ti… Por más que desee que me digas que eres para mí, no debo esperarlo. Y, como antes ha sucedido con amores pasados, me desprenderé de tí, me anestesiaré de ti hasta no dejar huella de que alguna vez te di entrada a mi corazón.

Como si fuese una partida de ajedrez…

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No necesitaste mucho para cautivar mi corazón. No te lo dejaré saber todavía, pero ahora te pertenece. No entendí bien cuál fue tu estrategia en el juego y me has dejado en jaque-mate. Intenté darle vuelta a los resultados, a las jugadas, a cada movimiento y, sin importar cuánto lo intentara o cuánto cambiara mi estrategia, siempre obtienes el mismo resultado.

Aún desconozco en qué momento perdí la concentración y te dejé ganar. Insisto en que te dejé porque de alguna manera me convenciste para que accediera y alzara al viento mi bandera de blanca rendición. Lo peor de todo es que ni siquiera me has puesto un dedo encima, nunca has intentado siquiera el más mínimo contacto físico y, aún así, derribaste cualquier defensa que pudiera tener.

¿Será acaso que entre más me defendía, más me enredaba tu seductor encanto? Porque he de confesar que sabes exactamente qué decir, qué hacer y hasta qué pensar a cada momento. Comprendes qué posible reacción o acción tomaré frente a lo que acontezca y te adelantas al resultado aún antes que se den los hechos. ¡Eres increíble! Y, aún así, tengo mis reservas para contigo.

Enamorada me tienes y, a pesar que mi corazón clama tu nombre, no puedo entregarme a tí por completo. Aunque sueñe con tus labios posándose sobre los míos, con tus manos deslizándose por mi piel, con tus caricias que me envuelven por completo… Aunque mis sueños griten que ya soy tuya en cuerpo y alma, y me desgarren a pedazos al revelarse contra lo que me ha quedado de razón… Aún así, no puedo ceder del todo ante tí, porque si cedo, me cedo a mí misma y he de perderme en tí para nunca volver en mí.

 

Hermosa Ilusión

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He llegado a un punto en el que ya no sé si ha sido solo una hermosa ilusión lo que sucedió entre tú y yo. Ya no sé distinguir qué parte fue cierta y qué parte jamás lo fue. Nunca he pensado que lo que me decías era mentira. Jamás cruzó por mi cabeza dicha idea. Aunque una voz me diga que desconfíe, jamás lo hice. Sin embargo no puedo creer que todo pueda quedar en una ilusión.

No puedo evitar que mi corazón se acelere y yo me sonroje, como si fuese una adolescente,  cada vez que leo un mensaje tuyo, una respuesta tuya, o simplemente la frase tuya que más me fascina «me alegra que estés bien». Sé que son cosas sencillas, que quizá nadie tome importancia. Pero son esas cosas las que me gustan de tí, las que me ilusionan como niña, las que me traen de nuevo color a las mejillas de una tez que ya ha perdido ese rosa por las largas horas a la sombra.

Y, dime, ¿qué hago yo si a pesar de los golpes, sigo viendo lo bueno y con cada caída le veo brillar más lo mejor a la vida? De verdad que puedo parecer una niña, pero no puedo amar a los demás de otra manera. Prefiero mil veces ofrecer y entregar un amor inocente, puro y sincero. Si todo esto es verdadero, yo estoy dispuesta a ser yo misma y amarte con todo mi corazón, con todo mi ser, con toda la pureza y sinceridad de la que soy capaz. Estoy dispuesta a que nuestros mundos converjan justo en el punto donde se cruzan nuestros caminos en esta corta vida.

Solo quiero que tú seas tú mismo y me dejes cruzar esas murallas. Quiero que me permitas la entrada para conocer qué amas, qué anhelas, qué esperas. Solo quiero que me veas tal cual, auténtica, distinta, feliz, sincera… ¡Única! Soy mujer, pero soy algo distinta a lo que te imaginas. Te podría plasmar en un sinfín de palabras qué y quién soy exactamente, pero prefiero mostrártelo cada día que estés dispuesto a compartir conmigo, cada noche en la que me ames.

Hasta que me digas si en realidad esto es correspondido, así como yo pensé percibirlo, mantendré toda esa explosión de sentimientos, de sensaciones, bajo llave en el baúl de recuerdos de mi mente, donde le etiquetaré como «Mi Hermosa Ilusión». Quizá algún día te des cuenta que esto que escribo es para tí, y quizás solo entonces sepas que cada palabra que te escribo en esta especie de carta, hace a mi corazón palpitar verdaderamente como jamás lo hizo antes.

Mentiras

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Nunca tuve más ganas de gritar, en mi vida. Gritar como si quisiera que el mundo entero me escuchase. Gritar tan fuerte que el mismo universo me vería y trataría de consolarme. Así, de intenso, como si me desgarrara de dolor al recordar una y otra vez esas palabras que tanto daño provocaron. Me contengo. Tomo un respiro. Intento no pensar en lo ocurrido, y me mantengo en pie. Doy apenas unos pasos en falso. Me tambaleo y estoy casi al borde de caer sobre el frío asfalto.

Lo sabía. Ya sabía que si juntaba esas piezas, la siguiente explosión cambiaría todo lo que siento. Aunque mis voces me lo decían a gritos, no quise entender. Me negaba a creer siquiera en la posibilidad que eso fuese cierto. Se volvió costumbre creer lo que no era cierto y borrar las verdades. Se volvió costumbre decirme a mí misma que estaba bien creer en ti.

 

Inmortal

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Te volviste inmortal. Al menos en memorias, lo hiciste. Una escritora, una artista, se ha enamorado de tí. Y heme aquí dedicándote, nuevamente, una secuencia de palabras que, juntas, llevan a contar a los demás qué es de un ser tan particular como tú. No solo se plasma cómo me volví «extrovertida» y me senté a desayunar a tu lado aquella mañana que nos conocimos, solo por el simple hecho que no quería comer sola, y quería conocer siquiera a una persona en esos primeros días de un peculiar año.

Ahí te conocí. Si. Fui un ser un tanto extraño ante tus ojos. O… ¿Me equivoco? Lo dudo. Me veías con esos ojos cual ser humano que ha tenido un encuentro cercano del tercer tipo con un «extraterrestre». Te observé en días anteriores,y solo pensaba que resaltabas más que los demás, contrastando con el típico fenotipo con que me encuentro a diario. Eras, y eres… diferente.

Desde mi sesgado punto de vista, siempre serás interesante, diferente. Quizá me ha faltado por mucho conocer un poco mejor tu personalidad. Te analicé desde ese primer instante, y te volviste aún más interesante. Tenías un encanto, un brillo, que hace volver la vista aún cuando se quiere disimular y eso lo sabes mejor que nadie.

Te volviste inmortal y ni siquiera lo has notado. Quizá mi imaginación ha echado a volar más allá de lo normal… y me río en mis adentros ya que es algo que sucede a menudo. Suelo escoger un personaje característico y transportarlo a una nueva dimensión, en la cual comienzo a crear diversas historias. En ocasiones le vuelvo aquel valiente héroe de las historias de épocas medievales, aquellos que luchaban con dragones por honor y que rescataban una hermosa doncella, o aquellos que volvían triunfantes de una batalla en la que conquistaban una nueva nación mientras salvaban su propio reino.

He de confesar que por mi imaginación te volviste inmortal. Por mis escritos, mis historias, mis cuentos, mis pinturas, mis dibujos. Te volviste inmortal pues vives muy presente en aquellas obras de arte que se crearon en el momento en que nuestras vidas se cruzaron y, aunque no seamos nunca parte de la vida del otro, seguirán existiendo por una eternidad.

En ese momento…

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Era un día demasiado gris y oscuro para mi gusto. Había derramado lágrimas amargas casi desde su inicio. Solo yo sabía el por qué de mi angustia y mi quebranto. Solo yo sabía qué creer o qué pensar de mí misma. Me sentí sola a pesar que me rodeaban las personas que más amaba. Me sentí caer por el barranco de la desesperación, rodando por una cuesta tan empinada y sin fin, que creí que me esfumaría en el viento de tanta lágrima derramada. Me sentí perderme a mí misma por un instante. Me sentí acorralada, oprimida, desesperada… Me sentí tan pequeña como una hormiga en un mundo de gigantes. Me encerré en mi cajita de emociones.
Y, de pronto, unos brazos me estrecharon. Era un ser más grande en tamaño que yo. Evocaba una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Esos brazos me acogieron, me asieron entre sí, me elevaron sobre la faz de la tierra. Ese abrazo que me hizo sentir segura, protegida, amada… Ese ser logró que mis pies dejasen el suelo por un momento, y me transportó a un lejano lugar de tranquilidad y esperanza. Ese abrazo me devolvió la sonrisa, e hizo borrar los grices matices que ensombrecían mi día. No pude comprender ni cómo sucedió aquello. Lo único que me quedó claro, es que esos cálidos brazos me hicieron sentir en casa, protegida y que estaría a salvo fuere la circunstancia que fuere, pues aunque no brotaron palabras de los labios de ese ser, me transmitió un mensaje más claro que un millón de palabras…

Un Alma Anticuada

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Me puedes llamar anticuada, loca… inclusive una ilusa, si así gustas. Puedes creer que mi inocencia desborda a mares por culpa de la fantasía de encontrar un alma que se funda con la mía para compartir nuestras vidas y llegar a conocer universos jamás conquistados. Puedes concebir la idea de que vivo en una ilusión permanente que desborda los límites de lo racional. Puedes creer lo que gustes, si te hace feliz, pero nunca acabarás de comprender en su totalidad lo que mi mundo realmente encierra.

Y, solo para que te hagas una idea, te plantearé pequeños fragmentos del lienzo de mi vida. A pesar de mis ideales, tengo mis pies bien puestos sobre la tierra. Una de las cosas que más me gusta y disfruto hacer, es observar a las personas, observar sus reacciones, observar sus expresiones, su felicidad, su tristeza, su amor, su belleza o hasta sus flaquezas… Soy demasiado empática para mi gusto, y me fascina descifrar lo que podría estar pasando por la mente de cada una de las personas que me rodea. Me vuelvo espectadora de momentos, vigilante de historias, amante de instantes y de aventuras no compartidas.

A partir de esas historias, sueño. Sueño como nadie lo imagina, sin límites, solo porque puedo, solo porque quiero. Sueño con lo que puede llegar a ser, sueño con lo que es y lo que será. Creo una historia con cada lágrima derramada de felicidad, amor, tristeza, fragilidad, y una mezcla indescriptible de emociones que se manifiesta en una explosión incontrolable de palabras.

Y así escribo. Escribo para que esas palabras no queden vacías y que el viento no se las lleve. Escribo para que si esa alma con la que compartiré mi vida alcanza a leer al menos un poquito de mis sueños, se conecte con mi psique aún desde el otro lado de una pantalla o de un libro. Escribo para no perder la costumbre de recordarme a mí misma que soñar es válido, que la vida es maravillosa, que los altos y bajos solo traen bendiciones, que nada es por casualidad y que, aún sintiéndome en el fondo de un oscuro pozo, siempre seré capaz de encontrar una salida.

Escribiré mil y una historias como las que relataba Scherezade, si es necesario. Soñaré y viviré mis cuentos, uno tras otro, hasta que encuentre esa alma que tanto he anhelado. Seré paciente y le conoceré, porque lo que fácil llega, fácil se va. Esperaré sentada, en ocasiones, a la orilla del río de mis anhelos, observando los paisajes de la vida, daré pasos por la rivera de mis historias y nadaré en las aguas de mi esperanza. No dudes que mis sueños llegarán a realizarse. No dudo que mis pies me llevarán a donde mi anhelo me ha buscado todo este tiempo. Mi corazón esperará paciente a que aparezca ese amor para siempre y no para «cuando conviene», porque el primero es como debe ser el amor, pues esos amores de un rato son espejismos fugaces. Así escriba mil canciones, mil historias, poemas y libros… así tenga que viajar por la vida compartiendo alegrías e historias… así, así encontraré otra alma tan anticuada como la mía que quiera conocer mis mundos, mis universos y comparta conmigo sus galaxias, sus historias, sus sueños, su vida…

El Monstruo de los Ojos Verdes

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Nunca antes me había acechado el monstruo de los ojos verdes. Siempre fui muy segura de lo que tengo, lo que no puedo tener y lo que podría o no llegar tener o querer. Sin embargo, desde hace unos días me persigue el monstruo de los ojos verdes. ¡No puedo creer que me quiera a mi! Se ha apoderado de mis pensamientos y me sacude de arriba a abajo como muñeca de trapo.

Comenzó a seguirme de lejos, observándome y dejando pequeñas notas entre mis ideas. Al cabo de un tiempo se le acabó la paciencia y saltó ante mis ojos, se apoderó de mi mirada, mis ideas, mis pensamientos, mis palabras… En un momento me hizo suya. Todo desde que apareció «Ella». Ella la que hizo que mi corazón se volviera inquieto. Ella. Ella la que provocaba nuevas sonrisas en el rostro de aquel a quien había entregado mi corazón. Ella.

El dueño de la mirada de café que robaba mis sueños y me mantenía despierta por las noches, se ha fijado precisamente en ella. El monstruo de ojos verdes se percató de esa presencia, notó el cambio sutil en el comportamiento de mi corazón al querer avisarme que algo sucedía. Me dejaba notas para que mi mente comprendiera y no tener que aparecer ante mí para no desestabilizarme. El monstruo de los ojos verdes se enamoró de mi.

Él hizo que mis ideas dejasen de ser racionales y que mi fantasía me dejase de lado para vivir en el desierto de una cruda realidad que desconocía. Me alejó del dueño de la mirada de café y me arrastró consigo hasta su guarida. Me enseñó lo terrible que había hecho a lo largo de los siglos, los crímenes que por su culpa habían sucedido, me mostró su lado más cruel.

Me resistí una y otra vez a ser seducida por su pasión. Él me amaba con toda su oscuridad y yo amaba a la mirada de café. Él prometía no volver a provocar esos arrebatos pasionales en la gente, para así evitar tanta locura y tanto crimen en un futuro. Ese monstruo de ojos verdes me miraba y quería dejar de ser un monstruo. Me miraba y me quería a mí. Me amaba a mi.

El monstruo de los ojos verdes decidió entonces no alejarse de mi lado. Me consentía con historias de amor que nunca le sucedieron a él, pero que había observado a lo largo de los siglos. Me visitaba cada noche para consolarme y decirme que me amaba y esperaría hasta que yo le amase igual. Él sabía que mi corazón pertenecía a otro, y no le importó.

Poco a poco dejó de ser el monstruo de los ojos verdes. Poco a poco el color de sus ojos cambiaba de tono. Ahora ya no provoca ese terror que se apoderaba de mí al ver a través de sus ojos. El monstruo de ojos verdes ha dejado mi lado. Él ha cambiado el verde de sus ojos por un café hipnotizante que me llama y me despierta cada noche. Ha conseguido que mi corazón regrese a mi pecho y ha logrado que mis heridas sanen antes de lo previsto. Ahora ya no es un monstruo. Ahora conserva un destello de verde que hace que el café de la mirada, que ahora posee, me seduzca y me enamore.

Cambios

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Me gustaría etenderme y conocerme mejor de lo poco que sé de mí misma. Es extraño que no sepa quién soy en realidad solo por confundir mi identidad con lo que piensan de mí. A ser verdad, odio ser la niña buena del cuento, odio ser la que da sin esperar… odio ser buena gente y salir con tantas cicatrices en el alma que ya no caben nuevas. Poco a poco se desvanece la presencia de mi verdadera yo. Esta despersonalización se ha convertido en mi cruz y mi condena, quedando atrapada en una realidad que no es la mía. ¡Necesito huir de esta tortura!

Necesito tantos cambios, en todo sentido, que ya no sé ni cómo comenzar a realizarlos. Me he cansado de mostrar un rostro que se asemeja al verdadero, y a la vez es tan diferente que me asusto de mi misma. Ese lado oscuro lucha a diario por salir, e intenta hacer quebrantarse a la presunta «inocencia» de la cual soy «dueña». La oscuridad me cubre cada noche, y me seduce poco a poco para dejar salir mis secretos mejor escondidos. Me llaman las sombras de mis historias ocultas, esas que la luz jamás han visto.

He comenzado a sentir que merman mis muros de defensa y poco a poco se destruye esa burbuja de cristal que contiene mi lado oculto. No sería raro que algo lograse escaparse pronto y que deje salir a mi verdadera oscuridad tarde o temprano. No falta mucho para que caiga mi coraza rota en mil pedazos. Hasta ahora he logrado mantener esa imagen tan distinta que por un tiempo me perdí de mí misma. Ya me cansé de luchar con mis propias sombras, con mis fantasmas. Poco tiempo ha de quedar para que terminen por seducirme completamente y así baje la guardia… Solo poco queda para que esos cambios surjan del profundo abismo donde aguardaban cumpliendo condena de cadena perpetua…

Esto ya no es querer…

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Nunca pensé que empezaría a sentir algo por ti. Hoy me di cuenta de ello. Tenerte lejos me provoca cierta melancolía. Al tener mis pies sobre la arena sentí que, a pesar que estaba frente al vasto océano, me faltaba un pedacito de mi corazón para sostenerme en pie. Se suponía que íbamos a ser el mar, tú y yo. En cambio, solo fuimos el mar y yo, bajo el destellante sol.

Extrañé esa sonrisa de picardía que revuelve las mariposas en mi estómago, esa que provoca la presencia del escarlata en mis mejillas… Esa sonrisa tan tuya. De verdad que la extrañé. Esa sonrisa que cautiva mi alma una y otra vez. Sentí la brisa del mar acariciando suavemente mis mejillas, y recordé ese roce de tus manos en mi cuello. Recordé ese toque tan preciso que es lo suficientemente fuerte, como para sentirlo sin que cause daño, y a la vez lo suficientemente suave como para provocar esa sensación de tranquilidad y seguridad.

Me sumergí en los recuerdos como quien navega a través de las olas. Recordé cada detalle desde que nos conocimos hasta ahora. Recordé que me encanta tu alegría. Me fascina verte sonreír y que sabes disfrutar de la vida. Cada día conozco un pedacito tan tuyo, que me hace querer tenerte solo para mí cada vez más. No he encontrado algo que me diga que te deje, que me aleje de ti.

He descubierto que incluso el peor de tus defectos no se compara con la más pequeña de tus virtudes. Cada cosa que te hace ser tú, me convence cada día más de que, contigo, hago mi mejor elección a diario. Ya no me basta despertarme por las mañanas y saber que quizá te vea. Solo con saber que estás ahí, se despiertan en mí ganas de disfrutar la vida más y mejor que nunca.

En el momento en que me encuentro más absorta en mis ideas, la delicada espuma de las olas del mar, acaricia mis pies y me trae de regreso a la realidad. Me doy cuenta de que te quería para mí en ese instante… Me doy cuenta de que por tí ya no es un simpe sentir… Me doy cuenta que, como dice la canción, sé que esto ya no es querer…♫

Mujer Completa

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Soy mujer en toda la extensión de la palabra. Quizá no una mujer convencional, de esas que te encuentras en cualquier lugar, y que se reducen a la «complejidad» femenina que el hombre no entiende. Soy una mujer que le encanta soñar. Sueño con mis pies bien puestos sobre la tierra, segura de que no voy a tambalear si un anhelo se quebranta en medio de la turbulencia de mi viaje. Sueño, y así sonrío. Sonrío esperando que cada día venga a mí, lleno de oportunidades, ya sean espontáneas o incluso esas que yo misma puedo aprender a tejer y fabricar.

Soy mujer y creo en las maravillas que esta vida guarda para mí. Sé que si es mi turno de aguardar por una mejor situación, la paciencia es lo más valioso que existe en este momento. Ser paciente, siempre con una sonrisa, no importando el tiempo que pase, eso es lo básico en este mundo. Dejaré que el tiempo pase a su gusto, si quiere correr le dejaré llevarme, y si quiere pausar su andar, también es bienvenido.

Soy soñadora, artísta y música. Soy compleja y simple a la vez. Jamás he sido definida por una sola faceta en mi vida y, como bien dijo cierta persona una vez, soy una cajita llena de sorpresas. Puedo ser una caja de regalos, aunque si la persona equivocada se acerca puedo llegar a convertirme incluso en la caja de Pandora. Soy mujer, soy humana. Soy un alma nómada, errante. Soy un ser libre, que no soporta ser apresada por cualquier cosa. ¡Mi alma siempre anhela la libertad!

Escribo, plasmando en palabras aquellas imágenes que mi mente crea a diario, o al menos trato de mostrar aquellas imágenes más significativas. Me he vuelto tan artísticamente dependiente que si no escribo lo que mis ideas dibujan, siento como si una pequeña parte de mí se ha perdido en el infinito y jamás regresará.

Soy mujer… Soy completa en todo aspecto. Quienes han llegado a conocer mis múltiples facetas sabrán que la exageración sobre mí misma no va con mi personalidad. Es más, tiendo a ocultar la mayoría de mis facetas bajo la superficie, como un iceberg flotando en medio de los mares del norte del planeta. Por todo esto y más, me considero completa.

Soy mujer completa. No me gustan los términos medios. Quien quiera conquistarme, debe saber eso. Si quiere algo conmigo, no será solo por el momento, jamás será solo un juego. Yo no quiero algo solo porque sí… ¡Quiero el paquete completo! Sé que he de esperar tanto como sea posible y poner en práctica esa paciencia que me caracteriza. No me importa si es alto, bajo, gordito, delgado o atlético. No me podría importar menos el color de ojos, la tez  o cabello. Lo que sí marca la diferencia será que tenga metas, tenga sueños, tenga planes con su vida, que no se conforme con cualquiero cosa para vivir. Quiero un hombre completo, no un hombre cualquiera, ni una media naranja. Quiero que esté lleno de vida, que comparta mis valores, que comparta mis anhelos, que comparta su felicidad conmigo.

Quiero poder ser luz para él y que él lo sea para mi. Soy mujer que ama con todo su corazón y soy capaz de entregar cuerpo y alma a quien en realidad lo merece. No soy mujer convencional. Soy de esas que consideran los térmimos medios como cobardía, aunque la vida esté llena de matices las personas deben saber qué quieren y no quedar como Tarzán entre dos lianas.  Desde ya aviso que si me quiere me querrá completa, con mis altos y bajos, con mis risas, sueños, tristezas y enredos. Me amará con todo mi mundo, mis historias, pasado, presente y futuro. Así me amará. Y, yo, como mujer completa le amaré como ninguna otra lo hará, con todas sus virtudes y defectos, con sus ires y venires, con sus tropiezos y victorias, con sus errores y aciertos… Le amaré con todo eso y mucho más… Le amaré por completo, no a término medio…